Mauricio encuentra a Fe colgada con una soga al cuello y agonizante. La suelta y de inmediato la traslada al hospital.
Más tarde en el pueblo todos se alegran al saber que, pese a la gravedad, se recuperará pero se sienten culpables pues creen que han sido injustos con ella y eso la ha llevado a intentar suicidarse. Los curas acusan al general, que los amenaza: “¿Y si ustedes son señalados por haber requerido los servicios de esa mujer como prostituta?”.
Con el ánimo de alcanzar un acuerdo, Julieta habla con Prudencio sobre su matrimonio, pero este se altera y a punto está de golpearla. Por suerte, Saúl llega a tiempo de impedirlo.
Francisca se enfada con el primero por actuar sin contar con ella y Raimundo la convence de que no tome represalias contra los enamorados.
Poco después, don Anselmo advierte al joven de que su matrimonio puede invalidarse porque no ha sido consumado. Él, entonces, toma una drástica decisión.
Irene y Severo se sorprenden cuando descubren que el periódico no ha publicado el reportaje sobre el general: el director no lo hizo por miedo al militar.
Para entonces el poderoso Pérez de Ayala se ha presentado en la casa de comidas con la guardia civil.
Para ello les muestra una soga hallada en el local, igual que la que supuestamente la mujer utilizó con fines suicidas. El matrimonio Castañeda es arrestado sin que Carmelo, Matías y el resto de la familia pueda impedirlo.
Antes de ser llevados a prisión, Raimundo se despide de su hija. “No te preocupes, te sacaremos rápido de ahí”, le asegura.
El odio del militar lo lleva a confinarlos en el penal de Trefacio, un lugar abandonado, frío e insalubre.
Una vez allí, los coloca en celdas separadas y los interroga para que le revelen el paradero de Nicolás.
Debido a los últimos acontecimientos, Julieta retrasa su marcha para ayudar a sus amigos. Saúl no consigue que cambie de opinión por mucho que Consuelo le insiste en que huyan: “Prudencio hará daño a mi nieta”.
La señora no se equivoca pues en ese momento el joven se dirige a un encuentro con un desconocido que le proporcionará un veneno natural.
Mientras tanto, Irene y Severo continúan empeñados en publicar los abusos de Pérez de Ayala, pese a la advertencia de Carmelo: “Es muy arriesgado”.
Con mucho esfuerzo, Gracia abre la escuela de baile, pero pasan los días y nadie se apunta pese a los intentos de Adela y don Berengario. Finalmente, es Melitón quien consigue llenar el centro de alumnos y Dolores asegura que es porque está enamorado de su nuera y ha hecho lo imposible por contentarla.
Doña Francisca, entonces, contrata a los mejores abogados para ayudar a su marido, pero la información que recibe no es nada halagüeña: “No podemos hacer nada porque no es un caso de derecho penal, sino militar”.